jueves, 28 de julio de 2011

Concepto de Naturaleza en Nietzsche según Safranski.

Si bien no estoy de acuerdo al 100% con el concepto de Naturaleza de Nietzsche que presenta la interpretación de Safranski en su biografía de su pensamiento, si coincido plenamente en sus argumentos precedentes antes de la antropologización del mismo, y comparto sus principios iniciales de que la Naturaleza busca fines ateleologicos o dicho de otra manera en instantes presentes circunstanciales pero nunca finales en absoluto.

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Por tanto, pregunta Nietzsche, ¿qué fin se ha propuesto la naturaleza en el hecho de que ella haya abierto los ojos en el hombre y haga que su ser se refleje en la conciencia humana?. Cuando Nietzsche plantea esta pregunta, presupone una especie de finalidad en la naturaleza, que el profesa en los siguientes términos: Cuando toda la naturaleza empuja hacia el hombre, con ello da a entender que el es necesario para redimirla de la execración de la vida animal, y que finalmente en el lo existente se coloca delante de un espejo en virtud del cual la vida ya no carece de sentido, sino que aparece en su significación metafísica (1, 378). En qué consiste la significación metafísica?
No es una armonía de los mundos en el fondo de las cosas, no es un envolvente orden y justicia de tipo metafísico. La significación metafísica de la vida radica solamente en que, en la conciencia que ha despertado a la vida, la naturaleza de «su único salto y, por cierto, un salto de alegría». Y luego Nietzsche continua con una frase enigmática: «La naturaleza» se encuentra «por primera vez en el fin, a saber, allí donde ella comprende que ha de olvidarse de tener fines, y que ha llevado demasiado lejos el juego de la vida y del devenir» (1, 380). La argumentación es confusa. Nietzsche sabe que la naturaleza no es ningún «sujeto» que pueda aprender u olvidar algo, o llevar el juego demasiado lejos. No quiere ver ningún Dios dentro de la naturaleza. Cuando se habla de un aprender y olvidar por parte de la naturaleza, tales expresiones se refieren a los reflejos en la conciencia del ser natural que es el hombre, o sea, a aquella naturaleza que en el hombre adquiere conciencia de sí misma. En la conciencia del hombre acerca de sí mismo se muestra la naturaleza como una tendencia dirigida a un fin, la cual tiene que quedar siempre insatisfecha, pues en cada fin la tendencia nota que ella no quería el fin, sino que se quería a sí misma, y por ello debe proseguir en su actividad. En tanto la conciencia pone un «espejo» delante de la tendencia, puede suceder que esta se disuelva. Lo cual no tiene por qué deberse a cansancio o desesperación, puede deberse a la simple vision de que no hay ningún fin y estamos siempre en la meta. El instante lleno no está en ningún futuro, sino que siempre se encuentra ahí, basta con aprehenderlo, para lo cual hay que aprender a estar enteramente presente, a tener presencia de espíritu. El «juego» de la vida se lleva demasiado lejos cuando se ponen en marcha empeños que han de obtener su recompensa en un futuro ominoso. Nosotros podemos «jugar» con la vida de esta manera, pero ella misma no juega así. Pues no sigue el principio de la acumulación lineal y de la elevación progresiva. Cada punto de lo que alcanza el círculo equidista del centro.Y por eso la vida siempre está en la meta o, si queremos, equidista de ella, lo cual viene a decir lo mismo. La «naturaleza» da en el hombre un salto de alegría» cuando se supera la ilusión de la finalidad, y el hombre despertado a la conciencia nota que el mismo es el fin y el tiempo del instante. La naturaleza en el hombre, escribe Nietzsche, «se transfigura con este conocimiento» (1, 380; SE). El «enigmático impulso y excitación» (1, 381) recibe en Nietzsche la denominación de «gran ilustración», bajo cuya luz la realidad asume el aspecto de la «belleza» (1, 380).

[Cfr. Safranski, R. Nietzsche:biografía de su pensamiento.[tit. orig.:Biographie seines Denkens] 2009. Ed. Tusquets. pp. 119-121.]

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